Padre nuestro que estás en los
cielos,
que los hombres santifiquen tu Nombre.
Ven a mí, que preciso tu Reino,
tus misterios.
Hágase tu voluntad en mi persona,
y en toda la humanidad,
en el cielo y, sobre todo, en la tierra.
El pan de cada día no me lo des
hoy,
dáselo a otras manos que lo
precisan más que yo,
dáselo a la indigencia del mundo,
a los nifios con hambre,
a mis hermanos faltos de amor.
Y perdona ¡Dios mio!,
perdona mis deudas,
mis interminables deudas al mundo
y a quienes claman compasión.
A Ti y a quienes piden pan
debo la vida que TU me diste
y que no he sabido llevar
en busca de mis necesidades, que creía
justas.
Perdona a nuestros deudores,
a aquellos que han dormido bajo gruesas
mantas
mientras otros cuerpos han muerto helados
en la oscura noche de la nada.
Perdona a quienes no saben lo que hacen,
pero más aún a quienes
lo saben.
Y no me dejes caer en la tentación,
en esa tentación de mi orgullo,
del deseo insano que a veces siento
de no creer que existes,
de dudar que estés en todas
partes,
por haber tanta miseria en el mundo,
tanta injusticia, tantos niños
que lloran.
Perdona, Padre, mis deseos de encontrarte
frente a frente, cara a cara,
y pedirte las respuestas
por tantas desgracias ...
Y líbrame, mi Dios, del mal.
Libra a mis hermanos
de la opresión, del hambre,
del dolor,
de las mentes que son como sepulcros.
Ayúdame a ayudarte,
a hacer algo por este mundo que creaste,
porque así no puedo vivir,
sin poder hacer nada.
No soporto tanta injusticia.
Quiero compartir, quiero hacer algo,
quiero, Padre, ayudarte, acercarme
un poco más a Ti.
Si no, Señor, llévame
de aquí, llévame de aquí
o llévame junto a Ti.
AMEN.
Alexandre Ferreira
(Brasil)